jueves, 7 de abril de 2011

Contrastes


“Las cosas van a venir muy positivas; me lo dijo un pajarito”. ¿Parece frase que va no ya con su personalidad y nivel intelectual, sino con su investidura?
¿Y qué le dicen al oído los pajaritos, o esos pajarotes llamados zopilotes –para que rime- que sobrevuelan las narcofosas en Mataulipas, donde encontraron 61 cadáveres más, aparte de la cuota diaria de sangre que hoy fue de cuarenta?
Una esperanza a largo plazo, que más vale pájaro en mano: La violencia disminuirá desde 2015, según el secretario de Seguridad Pública. ¡Ábalo sea Dios!

Por primera vez, desde hace muchos años, acudí a una marcha-mitin sin cámara, sin prisas,  sin desvelos. Por su naturaleza, la esperaba más concurrida. Casi no conocía a nadie y eso es bueno -pensé. En 21 estados de la república se manifestaron, siendo la más numerosa, según La Jornada, la de Puebla, con por lo menos mil personas, exceptuando Cuernavaca donde asistieron 40 mil, cifra semejante al número de muertes responsabilidad del actual gobierno. En algunas ciudades de Europa y América del sur, también hubo manifestaciones, algunas de ellas simbólicas. No importa.
Aquí, vi rostros enojados, decididos. Jóvenes en su mayoría. Los infaltables y ya casi emblemáticos machetes de Atenco. Los contingentes del SME, que aún no atino a definir para qué lado jalan. Círculos de zapatos en el zócalo, convertido en una plaza placera, sin que esta expresión sea despectiva. Escuché poesía de la que no se escribía hace mucho tiempo. Un diputado, del que temía se placeara, confirmó mis temores. ¿Querrá ser el próximo Jefe de Gobierno? ¡Ábalo sea Dios! Otra vez,  y es que en casos de desesperación uno recurre a la teología. 
Lo bueno es que temiendo la reacción del respetable, lo hizo desde lejitos reivindicando su derecho a la curiosidad.
Hace unos días reflexionaba sobre la historia y los poetas. Ayer me di cuenta que tristemente, la poesía poco ayuda.
Estoy lejos de la –en mi concepto- utopía, de Eduardo Galeano, esa de ver en el vecino no una amenaza, sino una promesa.  Pesimista, suelo dar lecturas negativas a los hechos. Mucha poesía, pocas propuestas de organización. Catarsis –necesaria- en vez de reflexiones.
Me fui esperando, creyendo, implorando que lo de ayer, con todos sus peros, sea el principio de algo, en el que no la masa, sino los hombres y mujeres con nombre, sean los protagonistas.
¿Qué se necesita para conmover las conciencias? ¿Convertirlas en víctimas? Ya lo somos, si no mortales, en decadencia gracias precisamente a ellos. ¿Resbalarse con su propia sangre?  El neoliberalismo, con sus secuelas de pobreza e injusticia también ha dañado profundamente el tejido social, hecho pedazos el concepto de solidaridad, salvo el impulso instintivo en caso de un verdadero desastre. El miedo, la desesperanza, la falta de horizonte nos parecen realidades inmutables. Ese es el daño colateral de una guerra incruenta, tal vez el algunos sitios, pero mortal a corto y mediano plazo. A largo, movilizaciones como la de ayer, pueden impedirlo. El inepto régimen que padecemos trata al narco como una causa y no como un efecto. Vale la pena tratar de revertirlo. Es su guerra. Es nuestra tarea. 

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